Uribe al Senado, un error
Por nuestro invitado, Miguel M. Benito
El expresidente Álvaro Uribe será la cabeza de lista del Centro Democrático (CD) en las próximas elecciones al Congreso. Un secreto que no era tal. Una jugada, a largo plazo, contraproducente para el uribismo.
La intención está clara: aprovechar la popularidad del expresidente para conseguir un buen resultado en la contienda electoral de 2014 para las Cámaras, que permita al uribismo establecerse como oposición formal en las instituciones y, tal vez, crear momentum que impulse al candidato del CD para las presidenciales de mayo del mismo año. Un cálculo electoral con un problema: sólo mira a corto plazo y, de hecho, demuestra la actual debilidad de la alternativa uribista.
Es una opción de corto plazo porque se centra en lo electoral y se plantea el modo de conseguir un determinado resultado sin haber pensado primero en la oferta que el CD puede presentarle a los electores. Se piensa la presencia en las Cámaras antes de pensar cómo estructurar el partido político. La estructura se hace desde arriba hacia abajo, justo lo contrario a lo que debería ser un movimiento de opinión –como trasunto del Estado de opinión del que ha hablado siempre Uribe-. Se privilegia la elite, no la base del partido.
La tortuosa construcción de las listas del CD a las Cámaras, aún incompleta, se ha visto en la necesidad de recurrir a la figura de Uribe para impulsarse. Una fuerza política nueva necesita tiempo para establecerse ante los electores. Sobre todo si quiere competir con la opción en el gobierno o con partidos tradicionales. El CD ha fracasado en esa tarea y sólo ha construido una imagen negativa, la del partido del “no”, que no suele dar buenos resultados en las urnas.
Pero el recurso a Uribe manda dos mensajes negativos: en el CD sólo cuenta un nombre, Álvaro Uribe, todo los demás son copias y, Uribe carga con el partido pero, qué hace el partido por Uribe.
En definitiva, el personalismo y la dependencia del colectivo se exacerban. Como una importante personalidad del uribismo me dijo hace unos días: “Si tenemos al Messi de la política, por qué no hacerlo jugar”. El problema es que sin estructura que apoye a Uribe –sin un equipo que arrope a Messi- ¿qué ocurrirá el día que “el Messi de la política” no pueda jugar? Y ahora no hay equipo.
Al demostrarse la necesidad de permanente tutela de Uribe sobre el partido se plantea una duda: ¿las propuestas que la colectividad haga se dirigirán a ganar la aprobación de Álvaro Uribe o la de los electores? Porque en un partido sin estatutos, en el que la única certeza es que la lealtad a Uribe da puntos, se corre el riesgo de pensar más en agradar al exmandatario que al electorado.
Al final uno no puede más que plantearse si el llamado ‘uribismo’ existe. Existen personas que siguen a Uribe pero que no existe un movimiento político serio y estructurado. Todo depende de la persona, no de las ideas. Eso identifica una opción política de corto plazo. Eso caracteriza al caudillismo; sea en Colombia o en Venezuela. Pero no es lo que debería definir a los partidos políticos.
Si Uribe, de verdad, quiere crear una alternativa de poder sólida debería dar un paso al costado de la pugna electoral y asumir la dirección del CD. Desde allí, construir partido, buscar nuevos liderazgos que, identificados con los planteamientos de sus gobiernos, garantizasen la viabilidad futuro del movimiento sin repetir los errores que –para sus propios intereses- Uribe cometió al crear el partido de la U.
Miguel M. Benito es Profesor de Relaciones Internacionales en las Universidades Externado de Colombia y La Sabana @mbenlaz
Esta columna fue también publicada en USA Hispanic
Foto, ABC